Es una lástima que no exista un retrato auténtico del coronel Bernabé Aráoz (1782-1824), guerrero de la Independencia, primer gobernador de nuestra provincia autónoma y presidente de la efímera y tumultuosa República de Tucumán de 1820. Retrato auténtico decimos, ya que el único registro de su rostro es una efigie al pastel, obra de Honorio Mossi, en la Casa de la Independencia, a la cual no puede atribuirse fidelidad. Fue realizada un siglo después de la muerte del prócer y sin fundamento documental alguno, que sepamos. Es un rostro tan perfecto que evoca las caritas del Billiken y nada más.
Bicentenario: 10 claves para conocer la República de TucumánEn el diario El Orden, en 1924 se publicó un dibujo al lápiz que supuestamente retrataba a Don Bernabé, de medio perfil. Pero al no existir aclaraciones sobre su procedencia, lo más probable es que se tratara de una imagen tan inexacta y caprichosa como la de Mossi, realizada en ese momento y al solo efecto de la ilustración del artículo que la rodeaba.
De ese modo, sólo existe la descripción de un contemporáneo para formarnos una idea del aspecto físico de este personaje, tan interesante y de tan descollante actuación en el norte durante la primera década de vida independiente. El general José María Paz, que lo conoció personalmente, trata en sus “Memorias” un perfil revelador del coronel Aráoz.
“Jamás se inmutaba, ni he sabido que nunca se le viese irritado; su exterior era frío e impasible, su semblante poco atractivo, sus maneras y hasta el tono de su voz lo harían más propio para llevar la cogulla que el uniforme de soldado”, escribió Paz.
Esto del “semblante poco atractivo” y las maneras apropiadas para la cogulla (el hábito sacerdotal) demuestran la inexactitud del citado pastel de Mossi, que pintó a un gallardo militar. Ya en lo psicológico, Paz agrega: “prometía mucho, pero no era delicado para cumplir su palabra; por lo demás, no se le conocía más pasión que la de mandar, y si merece que se le dé la clasificación de caudillo, era un caudillo suave y poco inclinado a la crueldad”.
Como es sabido, luego de haber sido figura en las guerras civiles que agitaron los comienzos de la década de 1820, Aráoz terminaría fusilado contra el muro sur de la iglesia de Trancas (hoy Trancas Viejo), el 24 de marzo de 1824. El viajero inglés Joseph Andrews narra que, según se lo relató el gobernador Javier López (mortal enemigo de Aráoz), cuando Don Bernabé vio que no tenía posibilidades de librarse, “preparose a aceptar valientemente su destino, sin vacilaciones”. Frente a los tiradores, “fue su última acción fumar un cigarrillo de papel del que, al estar casi consumido, hizo caer la ceniza con los dedos, al mismo tiempo que exclamó filosóficamente: ‘la existencia humana es como estas cenizas’; luego sometiose a la sentencia sin temor...”
Publicado en la sección “Apenas ayer” el 25 de junio de 1994